martes, 30 de septiembre de 2008

In the new

Hace unos meses me encontré con el blog de una tipilla que se hace llamar Jen Mac. Esta Jen tiene un proyecto: hacer cosas nuevas todos los días durante todo un año. Y lo logró.

La verdad es que hay algunas "cosas nuevas" bien chafas, como usar la caja fuerte en una habitación de hotel o ir al trabajo con los pies pintados de morado; pero sí hay unas que me gustaría hacer y que aunque caen en el cliche de "cosas novedosas por hacer antes de morir" suenan interesantes.

Por lo pronto, esta Jen se hizo medio famosa con este blog y le hicieron varias entrevistas en medios "importantes". Ahora ya no tiene el proyecto de hacer cosas nuevas diario, pero sí de vez en cuando e igual las postea.

¡Se aceptan sugerencias de cosas divertidas y originales para realizar en los próximos días!

(El link del blog es: http://jen365.blogspot.com)

jueves, 18 de septiembre de 2008

De cuando trabajar te deja lelo


Pareciera que estuviéramos destinados a laborar. La gente te congratula cuando obtienes un puesto, te palmean la espalda, hacen chistes usadísimos como hablarte de usted y decirte "Jefe"; como si todo en esta vida se redujera a estar en nómina.

Es que hasta esa palabra me caga. Nómina. Nó-mi-na. NÓMINA. Es pedante. Pero aún más pedante es convertirte en todo un Godínez.

Despertarse a las 7 no es agradable. Preparar café, elegir ropa "ejecutiva" (mi salario sin duda no lo es...), emperifollarse, salir al coche con la bolsa, el snack de media mañana y los tacones en la mano.

Ahí es cuando empieza el tedio. Una hora en el tráfico. Me enchino las pestañas, casi choco, repito la operación. Un sorbo de café, le cambio al radio y busco al repartidor del Publimetro. Así hasta que llego a la oficina.

Prendo mi compu, saludo al superior, voy al baño. "Usted tiene 29 mensajes nuevos en su bandeja de entrada". Si no hay nadie en el messenger pido la eutanasia. Abro una plática grupal. Se me duerme la pierna izquierda (siempre es la izquierda, no me pregunten por qué). El teléfono ya ha sonado unas 40 veces. El reloj de Catedral marca las 11. Tecleo. Me estiro. Me aburro.

Aunque ya haya dejado la escuela hace mucho tiempo, para mi a partir de las 11 es legal aplicar el lunch. Coca-Cola, frituras y una manzana para no sentirme tan culpable.

Esperar para salir a comer me parece eterno y la mayor sopresa de mi día me la da el menú de la comida corrida. Triste. Me enojo cuando hay sopa de lentejas, aunque igual la disfruto. Intento no pensar en los pendientes de la oficina, pero mil post its me atacan mientra degusto y les deseo "provecho" a mis compañeros.

Regreso. Me lavo los dientes con ahínco. Aguardo con ansias a que den las 6. Me despido del jefe con la hipócrita frase "¿No se le ofrece nada más?", esperando desde lo más profundo de mi corazón que no se le ocurra pedirme que le transfiera a nadie más.

Quiero llegar a mi casa, quitarme los zapatos, echarme en el sillón, ver la tele y despeinarme, pero para eso falta una hora o más, dependiendo del tráfico capitalino y el ciclo del agua.

Bueno, mañana será otro día...
¡Exactamente igual!

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tecnocosas


Odio ser esclava de la tecnología.

Ya es impensable y hasta absurdo ver nuestra vida sin ella, y eso a decir verdad me caga. No por nerd ni por tener una de esas teorías bien elaboradotas de cómo la ciencia supera al hombre, sino porque de ella depende toda mi diversión.

Atrás quedaron las matatenas, los juegos de manos (que son de villanos) y el "resorte". Sin Messenger el trabajo te parece eterno (más de lo normal), sin Facebook eres un rechazado, sin tele te excluyen de los chistes de las series y lo peor de todo es que te encuentras expuesto a que en cualquier momento todo se joda y tú te quieras morir, porque sí, sientes morir.

Ahora, no me confundan con un "hikikomori". Esos gueyes sí están locos. Debo recaudar más información sobre ellos para no volverme uno.

Empezaré a practicar con el yo-yo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Pero Raqueeeeeeeel...

Tuve una maestra odiosa. Se llamaba Raquel y para acabarla de chingar me daba 2 materias: geografía y civismo.

Todo en ella era pedante: su aguda voz, su rebosante amragura, la forma desdeñosa de mirar, las estúpidas actividades de clase.

Raquel era obsesiva del silencio y del "hágalo usted mismo". Nos hacía comprar mapamundis y sólo daba las instrucciones una vez. A la hora que decía "Comiencen" no se podía voltear con el compañero a preguntarle alguna duda o algo por el estilo, o sea que más te valía no estar divagando a la hora que Raquel explicaba, porque si no entendías no podías hacer la actividad, lo cual equivalía a no tener su firma en el trabajo realizado, lo cual significaba una mala calificación y por ende el disgusto de tus padres y el odio puro y genuino de Raquel.

Yo la odiaba, pero ella me odiaba más. Me llamaba "Treinta y tres". "Treinta y tres ponga atención", "Treinta y tres una plática más y la saco del salón", "Treinta y tres aún no le he dicho que puede utilizar las tijeras". Treinta y tres era mi número de lista en primero de secundaria, y así acostumbró llamarme durante los siguientes dos años, aunque yo ya no fuera 33 sino 41 o algo así.

Además de maniaca, Raquel tenía mala memoria. Un día juró haberme puesto un reporte durante una de nuestras habituales peleas.

- Treinta y tres, tráigame el reporte firmado
- ¿Cuál reporte Raquel?

(Ella creía que le tomaba el pelo)

- El que le puse la semana pasada
- Raquel pero sólo me sacaste del salón

(Mi madre hubiera dicho que era una descarada por usar el "sólo")

El asunto acabó en Raquel yendo con mi asesora a poner en tela de juicio su lucidez, y con mi asesora jurándole por la Madre María Eugenia que no me había puesto el dichoso reporte que porque como yo misma lo había dicho "sólo me sacó del salón".

No tuve la misma suerte la segunda vez, ni creo que la tercera.